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Spintires: MudRunner – American Wilds Expansion [REVIEW]

Spintires MudRunner American Wilds DLC

Yanquis extremos

CUATRO AÑOS DESPUÉS, todavía no salgo de mi asombro. ¿Qué lo llevó a Shinji a mentir tan descaradamente? ¿Por qué trastocar de esa manera la realidad? ¿En qué senil cerebro cabe semejante ultraje? Escribo estas tardías, pero necesarias líneas, como compromiso con la verdad y la posteridad. Fueron varias las cartas que envié a la editorial explicando motivos, dando precisiones y presentando pruebas. Todas y cada una me fueron devueltas sin mayores explicaciones. Espero que esta sea la excepción, ya que ahora, el ultraje es doble: no se contentó con falsear los hechos una, sino dos veces.

Nunca llama ni saluda a nadie —típico de ermitaño digital—, así que imagínense mi sorpresa cuando recibí su mail pidiéndome que vaya cuanto antes a Montana, en Estados Unidos —¿de dónde habrá sacado lo de Siberia?—. Claro, acá nomás a la vuelta. ¡Sí, ya voy! No le hice caso al principio, pero siguió insistiendo al punto de enviarme una carta documento. Para colmo tuve que pagarme los pasajes en avión y micro, con la promesa —incumplida— de que ya me los pagaría.

Después de un viaje de 3 días en los que no pude bañarme ni cambiarme, llegué a la terminal fatigado y sin ganas de hablar. Me acerque a una persona con un cartel que decía “MARIO. HAMIGO D YIMGY  YINYI YINGI” —el muy turro ni siquiera se había dignado en aparecer—. Lo seguí hasta el estacionamiento y nos subimos a una Chevrolet K5 Blazer —no era como mi Discovery, pero estaba bien— embarrada al punto de no poder encontrar la manija para abrir la puerta.

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Me dio las llaves y un mapa roñoso con apenas unas coordenadas y una cruz marcada con lápiz. Sin mediar palabra se sentó del lado del acompañante con la vista al frente, perdida. Nos pusimos en camino, pero antes de adentrarnos en el bosque me hizo señas para que paremos en un bar a comprar provisiones.

Ya estaba avanzada la tarde cuando nos desviamos de la ruta principal para tomar los primeros caminos de tierra. El bosque se mostraba denso, grandes árboles surgían a nuestro alrededor. Al principio la firmeza del terreno no requirió de la tracción de las 4 ruedas —ahorrando combustible— y nos permitió avanzar con buen ritmo. Subimos algunas lomadas tranquilas y cruzamos un par de puentes de madera bastante precarios.

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En cierto punto la vegetación cambió. Los grandes troncos dieron lugar a los arbustos y la tierra dura, al barro y los bajíos. Ahora sí en modo 4×4, con el bloqueo diferencial activado, primera baja y eligiendo con mucho cuidado el trayecto, el avance se hizo muy lento, al punto que las estrellas comenzaron a surgir.

Si bien mi compañero no abría la boca, cada tanto estiraba su mano para pasarme alguna galletita o un poco de agua. Noté, sin embargo, algunas miradas de reojo que se fijaban en los movimientos de mis manos y pies, sobre todo en las situaciones más complicadas, como si estuviese asimilándolos.

Varias veces tuvimos que utilizar el cabrestante. Mi acompañante se bajó sin chistar a engancharlo y soltarlo una y otra vez, siguiendo mis indicaciones al pie de la letra. Y cuando volvía, se tomaba su tiempo para asearse en el asiento de atrás.

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Llegamos al borde de un gran lago con los primeros rayos del sol asomando en el horizonte, que pintaban todo con tonos amarillos y rojos. El suelo arenoso era firme, así que volvimos a tomar velocidad. Lejos, hacia la derecha, divisé unas construcciones y me dirigí hacia allí. Faltando unos doscientos metros, mi copiloto puso su mano sobre mi hombro y me hizo señas de que nos detengamos.

Como habrán visto hasta ahora, la aventura dista mucho de lo que contó Shinji. ¡Y todavía falta el final! [NdE: No recuerdo nada de esto, la verdad. Hubiera jurado que todo sucedió de otra forma…]

Nos bajamos y comenzamos a caminar con paso cansado hacia el edificio. Parecía la parte de atrás de un taller o garaje, con un tanque de agua montado sobre una torre que estaba al frente. Al acercarnos, distinguimos la puerta trasera abierta de par en par por lo que miramos instintivamente hacia el espejo de agua que se encontraba a nuestra izquierda.

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Y ahí estaba Shinji, con su inconfundible tono pálido oficina, tendido en la arena, tomando sol. Marcos —así se llamaba mi ocasional compañero, según me enteré después— salió corriendo a su encuentro. Shinji al verlo, primero pareció asustarse, porque se paró rápido y dio unos pasos atrás, pero después del fuerte abrazo que recibió, se tranquilizó.

Para cuando los alcancé, Marcos ya le había explicado todo —no era mudo, y hubiera preferido que lo fuera ya que hablaba como escribía—. Después de haberle disparado al auto de Shinji y huído del lugar, se sintió culpable y volvió a buscarlo, pero en vano. Por mucho que intentó no dio con el lugar, así que decidió recurrir a mi ayuda —Shinji le había contado sobre mi pericia al volante en las travesías por las montañas—.

Comimos un asado —no vi vacas en el lugar y no me animé a preguntar de qué era— y regresamos por la tarde a la civilización. En el aeropuerto nos despedimos cordialmente, esperando que en los siguientes días Shinji honrara sus deudas.

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Todavía sigo en la amarga espera, Shinji no aparece por ningún lado y Marcos… ¿qué será de la vida de Marcos? [i]


DESARROLLADO POR: Saber Interactive
DISTRIBUIDO POR:
Focus Home Interactive
GÉNERO: Carreras, Simulación
DISPONIBLE EN: Windows, PlayStation 4, Xbox One

QUÉ ONDA: En Spintires: MudRunner – American Wilds, la exploración y recolección de troncos se muda a Estados Unidos con mapas y vehículos nuevos.
LO BUENO: 2 nuevos mapas, 9 vehículos de marcas Ford, Hummer y Chevrolet, entre otros con múltiples accesorios, algunos logros extras y 2 desafíos.
LO MALO: Por el precio, podrían haber incluido más mapas y desafíos en Spintires: MudRunner – American Wilds.

El análisis de Spintires: MudRunner – American Wilds fue realizado a través de un código de PC provisto por sus desarrolladores.

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